¿Cómo visitar una exposición de arte?
Muchas veces nos preguntamos cómo visitar una exposición de arte y sacar más provecho de una experiencia tan hermosa y gratificante. El arte es complejo y muchas veces incomprensible para el espectador. El visitante de una galería o de una exposición, muchas veces se siente perdido o apabullado entre tantas obras, muchas veces muy diferentes entre sí.
Cuando la exposición es individual, suelen estar dispuestas en determinado sentido, dando forma a un mensaje, o sobre todo, una intención en la mirada del visitante.
Cuando la exposición es colectiva, las obras suelen estar dispuestas de una forma intermitente, al azar, que no permite comprender bien lo que vemos.
La experiencia estética a primera vista, lo primero que sentimos cuando vemos una obra de arte, nuestra opinión inicial, puede estar sugestionada por tantas cosas que es difícil comprender lo que estamos viendo.
Dependiendo de dónde esté la obra, el contexto de las obras de la rodeen, nuestro estado emocional, con quién estemos paseando, incluso el momento en que la vemos, hacen que algo pueda parecernos maravilloso o que pasemos adelante sin prestar atención. Ahora bien, el reto también consiste en dejar a un lado todo cuanto creemos y sentimos y logremos profundizar y entrar en la obra de arte, a fin de observar, mínimamente, la estabilidad, la armonía, el equilibrio, el color, forma, la textura o la línea.
Aprendiendo a disfrutar del arte
En este tiempo hemos mecanizado un fácil “like-dislike”, un fácil juicio rápido, que realizamos a casi todo cuanto vemos. Gracias a la televisión, los medios de comunicación, y la posibilidad de juzgar a distancia sin conocer a quien juzgamos, nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad que fácilmente juzga a quien tiene delante, lo que el otro hace, sin ni si quiera entender.
En algunos programas de concursos de espectáculos, vemos un jurado analizando cada uno de los artistas que intentan probar suerte. El espectador, inmediatamente, sin saber de danza, ni canto, sin conocer a los artistas ni su esfuerzo por estar allí, se convierten en un jurado tan duro como el que más. Y todos hemos tenido la ocasión de estar junto a alguien que, con una oscura y fría mirada, juzga lo que no conoce, de una forma hiriente y severa, insultando y despreciando a quien no conoce, gracias a que la pantalla, la distancia, el anonimato, le permite hacerlo.
Vemos a tal o cuál en internet, uno u otro video, y es fácil caer en la risa fácil, en el juicio, en el desprecio, cosa que, si tuviéramos esa persona al lado, nos reservaríamos e incluso nos preocuparíamos al hacerlo.
Así, nuestra cultura ha transformado la actitud del espectador, abandonando su papel de sorpresa y curiosidad, a un ojo juicioso incapaz de disfrutar.
En conciertos musicales he podido escuchar cómo juzgan la vestimenta del violinista o el pianista; En exposiciones de arte he podido observar cómo juzgan incluso si el artista está muy serio o es muy alegre; En danza juzgan la edad de los bailarines; En canto si tal o cuál cantante tiene más o menos peso corporal…
La estética del arte
La estética del arte define la esencia de la belleza en las obras de arte. Son las claves que definen que algo sea más o menos bello.
Imagina ir a un jardín de rosas y analizar: demasiado pequeña, poco color, muy alta, demasiado colorida, demasiado mustia, demasiado verde… La belleza del jardín no podría definirse de esta forma, estaríamos pasando por algo detalles como el conjunto, la armonía, lo que nos evoca. Estaríamos juzgando y alejándonos de la percepción estética que naturalmente se da en todos nosotros.
En el jardín no hacemos esto, al contrario, sabemos que ahí tenemos que disfrutar, sabemos que es naturaleza pura. No hay análisis, no hay juicio, hay un disfrutar del momento, el olor, la armonía que se genera… intentamos formar parte de esa armonía, intentamos ser parte del equilibrio del jardín y las flores, y entonces disfrutamos lo que tenemos a nuestro alrededor. El ojo juicioso y frío se apaga y aparecen conceptos más sutiles, nuestra percepción y visión se transforman y se relajan, dejamos de estar en juicio, en un estado de alerta negativo, esperando el peligro y el mal ajeno, y los sentidos se abren a disfrutar.
También cambiará nuestra percepción de las flores si el jardín está muy sucio, o si hay mucho ruido, o si hay muchos niños corriendo y gritando llamando nuestra atención. Y cambiará mucho más según con quién estemos paseando, disfrutaremos más o menos de dónde estamos y lo que hacemos según con quién estemos y nuestra conversación. Todo detalle hará que cambie completamente la percepción del lugar.
La percepción del arte debe iniciarse comprendiendo esto. Cada uno de los elementos que nos rodean nos pueden transformar completamente lo que estamos sintiendo. Nuestra percepción puede estar influida por infinidad de cosas. Y aunque, si bien es cierto que hay un gusto único y personal, también hay unas formas estéticas y un balance pictórico, así como unas claves artísticas que pasarán desapercibidas para nosotros si no nos relajamos e intentamos profundizar en lo que vemos.
Calidad artística
Algunas obras son como la música “pop”, son simples, llamativas, fácilmente repetitivas, y cualquiera, incluso quien tenga el peor oído musical, puede tararearlas e imitar al cantante.
Otras obras son como la música barroca, tienen voces, fondo, profundidad… son complejas y muy difíciles de repetir, de seguir, y de tararear para quien tenga mal oído musical.
Igual que en la literatura, hay libros fáciles de entender, y libros con gran profundidad y complejidad que nos invitan a reflexionar y nos obligan a detenernos en lo que hemos leído.
La complejidad y profundidad, el sentido y armonía, no implica que una obra sea mejor o peor, son diferentes, con diferentes estilos, y creadas para diferentes momentos. Obviamente, como con todo, existen modas y tendencias, pero nuestro papel como espectadores, no es juzgar lo que vemos, sino aprender a disfrutarlo.
Y si hasta las vacas y animales de granja pueden percibir el arte, pues está demostrado que producen más leche con música clásica, pero dicha producción no se ve en nada alterada o incluso mengua con música pop o rock, ¿cómo los humanos, no podremos disfrutar y beneficiarnos de la armonía y equilibrio de las obras de arte?
No necesitamos entender todos los matices de una obra de arte, ni aprender filosofía, ni comprender la historia del artista, simplemente, aprender a disfrutar de un paseo rodeados de imágenes que evocan la belleza de la vida.
La calidad artística de cada obra es compleja de entender. Muchas veces podemos estar ante lo que nos parece una obra compleja y difícil, y estar parados ante algo muy simple, elaborado a base de técnicas que con los siglos se han refinado y aprendido, similar a la artesanía y fácilmente imitables por cualquier neófito artista o hasta con un ordenador.
Muchas veces damos demasiado peso a dichas técnicas, o formas que ya conocemos, al realismo o al equilibrio de color, y perdemos de vista otras cualidades que definirán la calidad artística real de una obra de arte.
Disfrutando de una visita a un museo o una exposición
Inicio y recorrido de la exposición
Lo primero al entrar en una exposición es vaciarse de intención, de juicio, e intentar estar ahí. Como en la música, muchas notas pasarán desapercibidas si no estás atento a lo que está sonando.
Antes incluso de leer la biografía del artista, antes de leer su origen, antes de ser influenciado por el contexto, lo mejor es profundizar en el arte que se tiene delante, a fin de permitir que nuestros sentidos, nuestra intuición y nuestra sensibilidad genere una experiencia única y personal.
Luego es bueno comprender si hay una dirección que el artista ha sentido importante señalar. Si las obras te invitan a iniciar la exposición en una dirección determinada, adelante. Aunque muchas veces el artista ha querido generar una dinámica determinada, y tal vez tenga su razón de ser.
Incluso en pintores como Picasso, cuando vemos sus obras en el museo Reina Sofía de Madrid, observamos que existe todo un recorrido preestablecido hasta llegar a las obras más complejas. Un recorrido previamente estudiado desde las obras estéticamente más cercanas hasta las formas más complejas, un recorrido que permitirá al visitante profundizar cada vez más en las obras de arte del pintor, y al final, al llegar a las obras más complejas, pueden ser integradas y sentidas con más detalle. Cuando una persona que jamás vio una obra de Picasso, accede por primera vez a las formas más complejas, pudiera ser que no las entienda, que no logre captar el sentido ni la sensibilidad de las mismas, pero si es fiel a este recorrido, es fácil que incluso alguien que nunca vio belleza en estas obras, las pueda disfrutar y comprender mucho mejor.
Por esto, si el artista eligió un recorrido, es bueno comprenderlo e intentar seguirlo a fin de permitir que nuestra mirada y la percepción sea dirigida en un pequeño viaje a través del arte.
Detenernos y apreciar cada obra
Una vez se inicia el paseo, la percepción de las obras pictóricas requiere que nos detengamos.
Normalmente, un visitante echa un vistazo a una obra, y según esa primera impresión, pasa casi inmediatamente a la siguiente. El resultado es la interacción con la obra artística suele estar muy influenciado por todo ese entorno, por su pasado, por su prisa, por el contexto y sobre todo por los procesos cognitivos.
Primeramente, nos detenemos en la distancia aproximada del doble de la diagonal de la obra pictórica. Esto permitirá una visión de la armonía y el conjunto de la misma. Las formas, el equilibrio y sobre todo, el resultado final de la misma.
Al detenernos así, ante una obra de arte, no pensamos ni analizamos, simplemente observamos calmadamente. Igual que el edificio es la obra final, pero el albañil construyó piedra a piedra, en este paso no estamos analizando las piedras que puso, ni la técnica que utilizó, simplemente la armonía final, el conjunto.
Una vez hecho esto, nos acercamos y vemos el detalle, observamos qué nos llamó la atención, la composición interna, o cómo logró los juegos de luces, formas…
Posteriormente, ya comprendiendo mejor cómo está hecho ese trabajo, nuevamente nos alejamos y apreciamos el conjunto. ¿Cuántas veces? Las que sintamos adecuado.
La estética a primera vista
La estética visual se produce en dos etapas: la primera vista que genera una impresión general de la esencia de la pieza. Un sentido más estructural, un significado más rápido, y en segundo nivel, un procesamiento estético generado por una investigación focal que aumenta la información sobre las características compositivas y el detalle.
La estética a primera vista suele buscar unos acordes de colores y texturas fácilmente comprendidos por la persona que lo observa, lo que significará que una obra se verá más bella o menos bella en función de los procesos cognitivos del espectador. Una mente más sencilla, o una mente con una tendencia de pensamientos repetitivos, verá más bellas obras con formas más simples. Y una mente con más inteligencia, aguda, creativa e incluso rápida en la elaboración de pensamientos nuevos, observará más belleza en formas más complejas y profundas.
Tenemos también que diferenciar que una persona “piense mucho” no significa que sus pensamientos sean más o menos elaborados. Puede referirse a patrones mentales, o mecanizaciones de pensamientos repetitivos.
El observar el arte con regularidad, igual que escucharlo o leerlo, con el tiempo puede ayudar a la mente a generar procesos de pensamiento más complejos; en definitiva, todos sabemos que leer más no ayuda a desarrollar la inteligencia. Pero, por lo general, una primera vista de la obra y ese gusto inicial o diferenciación de lo “bello” y lo “feo”, se verá completamente influenciado por la calidad de los pensamientos de la persona.
Con esto tenemos que entender que la capacidad de que la obra “toque” nuestro corazón, o no mueva en absoluto nuestra emoción, que una obra de arte nos conmueva más o menos, está influenciado por nuestra inteligencia, nuestros procesos cognitivos actuales y la influencia de los mismos sobre nuestras propias pasiones, emociones y sentimientos.
Por ello, un truco interesante, es hacer como lo haría un bebé, o un animal, simplemente permitimos ser transformados por la armonía y equilibrio que nos rodea, y observamos, no tanto lo que nos rodea, sino lo que nos produce ese entorno. La transformación que hay en nosotros ante ese entorno. Como he dicho, habiendo tantas personas que aseguran que no entienden o que no les gusta la música clásica, ¿cómo es posible que las vacas produzcan más leche cuando la escuchan? La armonía correcta, la estética natural y equilibrio del arte, es beneficios para todos, y simplemente estamos buscando aprender a diferenciar ese equilibrio y armonía, del ruido que nos rodea.
Recorrido completo
Sobre todo, cuando la obra es muy extensa, o la exposición llena de obras diversas, o se trata de una exposición múltiple, la mente requiere descansos.
Si la estructura de la exposición está previamente determina. es probable que las mejores obras suelen situarse al final. Pero al final, el visitante, sobre todo si no está acostumbrado, ya está cansado y sólo piensa en acabar pronto. Por ello es bueno relajarse tantas veces como uno necesite, apartar la mente de todo cuanto ha visto y retomar con nuevas energías.
El recorrido completo de una exposición es más importante de lo que creemos. Nuevamente me detengo en la analogía con una obra musical. No podemos detener una obra musical en la mitad, tiene un principio y final, una armonía, es un conjunto. Sería como abandonar un libro a la mitad. Es una historia que no puede detenerse.
Si la exposición se trata de obras pictóricas son más fáciles de procesar estéticamente, entonces se nos podrá hacer más breve y fácil de digerir y entender. Pero si la exposición es más compleja, o con muchos artistas diversos, es más complejo y desafiante de analizar y requiere una sofisticación en la relación con cada obra y con cada estilo.
Información
Una vez permitimos que los sentidos hagan su trabajo, una vez que permitimos ahondar en las sensaciones, en el sentir y en la emoción de la textura, color, el conjunto de las obras y la estética general del arte, entonces podemos informarnos. Antes mejor no, pues esa información podría influir y alterar demasiado nuestra percepción. Entonces en ese punto, nos informamos sobre el artista, las técnicas que utiliza, los medios, su origen…
Obviamente en este tiempo, se premia el ego del artista. Observamos premios y elogios a tal o cual persona resaltando su sufrimiento o victimizando su vida. Hoy en día, alejados tanto de la percepción del arte, priorizamos la vida del artista, su origen, sus problemas y su necesidad de superación. Y es interesante esa empatía y amor hacia el otro, aunque también es un engaño valorar el arte en función del artista. Sería como valorar un hijo en función de sus padres. Cada obra es única, es una creación para el mundo. El artista, de no saber quedar en un segundo plano, no permitirá que esa obra se transforme en un lenguaje universal y atemporal. De no saber abandonar su ego, su fama, su nombre y su historia, su obra estará sujeta a una moda temporal, y el día de mañana conoceremos como mucho su nombre y su historia, pero no lo que hizo. Porque con el tiempo, importa poco quién fue esta u aquella persona, pero sí importa lo que creo y la huella que dejó.
Es natural que hoy día pasemos demasiado tiempo entretenidos en las cosas de hoy, pero al analizar el arte y profundizar en su estética, la información es innecesaria y sólo influirá en nuestra percepción emocional y sensitiva, obligándonos a sentir atracción por colores, formas, o estructuras que poco tienen de arte, pero mucho de publicidad, política y sucesos importantes en la actualidad.
Por ello, la información mejor al final.
Cierre de la exposición
Una vez cerrado un libro, es bueno sentarse unos minutos a reflexionar sobre él. Una vez finalizada una obra musical, es bueno sentir unos momentos el silencio que se ha generado. Una vez finalizada una exposición, es importante sentarse y sentir el cambio en nosotros, lo que nos ha generado, calmar la mente y escuchar.
El arte no es más que una evocación, el arte evoca, pero ¿qué evoca? Puede evocar armonía, sensibilidad, tristeza, rabia, miedo, amor… el arte evoca algo en nosotros. El arte no es ese algo que evoca, es lo que lo evoca.
Entonces, tras percibirlo y rodearnos de él, es bueno sentarse y reconocer aquello que ha evocado en nosotros.