Profundidad del arte
El viaje del arte es un viaje interior, una transformación de la propia psique guiada a través de la obra artística.
Filosóficamente, el arte actúa como puente entre el espectador y el mundo interior. El arte, a través de símbolos, claves, llaves visuales, sonoras, imaginarias, conecta con aspectos íntimos y sagrados del ser y de la conciencia.
En las obras antiguas, igual que en los cuentos tradicionales, este viaje se realiza de una forma directa. Es probable que aquellos artistas conocieran algo que, para nosotros, en la actualidad, es desconocido, pues trazaban claramente un camino hacia el mundo interior, y tocaban aspectos íntimos y secretos, mágicos e inconscientes, del mundo espiritual.
Este viaje tiene una connotación con la profundidad, pues pudiéramos decir que nos lleva “hacia dentro”, es la profundidad del arte.
Mientras observamos aquellas maravillosas obras de arte, mientras leemos aquellos textos, mientras escuchamos aquellas sinfonías, como sin darnos cuenta somos transportados a un estado de conciencia, donde vivimos emociones y sentimientos indescriptibles.
Adaptaciones artísticas
Actualmente, muchos mensajes artísticos son lineales. Incluso adaptaciones artísticas de obras antiguas, estas adaptaciones dejan de dirigir en ese viaje mágico, dejan de funcionar. Se utilizan las mismas claves, o eso pensamos, pero el resultado no se parece en nada.
Al leer una obra antigua, uno es transportado como sin darse cuenta. No hay esfuerzo. Escuchamos o leemos, o miramos la pieza, y de pronto nos sentimos en ese otro estado más profundo de conciencia.
En las adaptaciones artísticas, nos guste más o menos, nos parezca más o menos agradable, lo disfrutemos más o menos, no existe un viaje, no hay una profundización. Cuando empieza y acaba la pieza, cuando se inicia o se acaba la historia, o la película, cuando observamos la obra de arte o incluso cuando salimos en ese maravilloso edificio moderno, somos los mismos que cuando entramos. Por eso se dice que hay linealidad. Las obras actuales, por tendencia, no nos transforman, ni nos transportan.
Las fórmulas de la estética del arte
Valoramos mucho aquello que nos evoca el arte, lo que nos mueve y nos conmueve, pero dejamos a un lado el objetivo antiguo, la transformación personal.
El arte espiritual, busca transformar al espectador, busca transportarle y guiarle a través de un viaje consciente. Se sirve de las mismas herramientas que utilizaron nuestros ancestros, unas fórmulas de la estética del arte. Utiliza los mismos símbolos, las mismas claves, las mismas formas y estructuras. Y su propósito, nuevamente consiste en ser un puente hacia una transformación personal.
En el arte, el artista, de algún modo, conoce este camino, porque lo ha vivido. Y conoce todos los posibles problemas que pudieran seguir. Y esto es importante, pues si por alguna razón no lo conociera, pudiera guiarnos en otra dirección, y todos sabemos que, en el mundo onírico, en el mundo del inconsciente, hay muchos pasadizos peligrosos y oscuros donde a nadie le gusta llegar.
En la linealidad, hay algo, tal vez una historia, tal vez una estética, pudiéramos descubrir algo muy interesante y también cosas que nos conmuevan, que nos inspiren, pero a diferencia del viaje del arte y la transformación interior, cuando empezamos y finalizamos la obra, tanto el artista como el espectador, no vive ningún cambio, no hay una diferencia entre un estado y otro. Uno entra en la obra y sale, y no ha cambiado.
Al estudiar las obras antiguas, podemos comprender que aquellas claves se estudiaban, se conocían. Pues no eran fórmulas sencillas, eran complejas estructuras a veces matemáticas y abstractas. Tanto la música, como la arquitectura, como la pintura y la escultura, se valía de ciertas claves, como el número phi, la espiral de Fibonacci, ciertas simetrías o incluso la estructura en reflejo, inversa, como si el artista observara el mundo a través de un espejo. Hay demasiados detalles y complejas formas que son difíciles de entender.
Pero no sólo encontramos la espiral superpuesta sobre estas formas, sino también un cálculo exacto de figuras y colores, de sombras y luces que correspondería a esta proporción, hablamos de un cálculo en centésimas de cantidad de color y de armonía de figuras, algo menos visible a simple vista, pero tan interesante como la superposición de la espiral perfecta.
Entonces tenemos que concluir que estos artistas conocían ciertas llaves, y no son únicamente llaves estéticas, sino que corresponden a herramientas precisas para generar un estado de conciencia determinado.
Actualmente, si imitamos estas claves tal cuál las vemos a simple vista, si las repetimos, sin pleno conocimiento de las mismas, no obtendremos el mismo resultado. Pues no son claves simples, son exactas y precisas, que han de ser utilizadas en el momento y de la forma adecuada.
El lenguaje del alma
Aun así, aquella persona que logre un viaje interior consciente, aquella persona que observa su mundo interior, poco a poco irá desarrollando la forma de acceder a este estado de interiorización con más facilidad. Un viaje que podrá trasladar a sus obras. Tal vez hablando, o dibujando, o simplemente con su mirada, inspira este recorrido y nos traslada a otros niveles.
El arte, sí o sí, representa interiorización, pues el mundo de los sentimientos y emociones, es interno. Si no hay interiorización, estaríamos hablando de formas sonoras o visuales, más o menos estéticas, pero frívolas y superficiales. El arte, en cambio, debe conectar la mente y el espíritu, y esto le da su valor. Este echo es lo que hace que hace miles de años, existiera el arte, y dentro de miles de años, continúe existiendo el arte.
El arte conoce el lenguaje del alma, la inspiración es un sentir del alma, la conmoción es del espíritu. Y al disfrutar del arte, vivimos ese puente y lo cruzamos, un puente entre el mundo material y sensitivo.
La humanidad necesita este puente. No hace falta que sea un camino místico, ni esotérico, ni mágico. Porque el mundo de los sentimientos es global, general. No tiene porque ser refinado, pues no es un mundo que comprenda de normas ni formas. Los sentimientos se dan, sin alineamiento, sin miramientos, con descaro. Y el arte conmueve el alma e invita a la mente, incluso la mente más burda y fría, a conectar con sus sentimientos.