El árbol en el taoísmo
El árbol en el taoísmo es un símbolo profundo y claro de arraigo y unidad. El árbol conecta el cielo con la tierra, y nos ayuda a descubrir el centro. Es un símbolo de conexión, de ancestros, uniendo el pasado con el futuro, de perdurabilidad y crecimiento.
Nos enseña cómo el pasado nos ayuda a crear el futuro, cómo las raices, llegan al submundo, a lo oculto, como las ramas crecen y se expanden hasta el infinito.
Postura el árbol en Chi Kung
La postura el árbol en Chi Kung es una postura fundamental estática. De ella surgen todos los demás movimientos.
El iniciado comienza con una pequeña planta, posteriormente crece, el maestro de chi kung, abraza el árbol con elegancia, flexibilidad y equilibrio. Es una postura estática que ayuda a acumular una gran cantidad de energía, la cuál a través de los distintos movimientos de la vida, se transforman y nos transforman, nos mueven y los movemos.
Él árbol en la pintura
Él árbol en la pintura es un símbolo clave y sencillo de la naturaleza.
En la pintura y arte taoísta, los árboles son el inicio en el paisaje. El pintor que se iniciaba en el oficio, en la antiguedad, comenzaba con una hoja, luego una rama, luego un árbol, posteriormente un bosque, por último la montaña. Era un proceso largo, a algunos pintores les llevaba toda la vida abordar el paisaje al completo, pero un camino fundamental para determinar la sensibilidad y caracter del artista.
El símbolo del árbol
El símbolo del árbol es universal, es un símbolo atemporal que todos podemos comprender. Son las raices, nuestro pasado, el legado que hemos recibido, y también los ancestros y el linaje que nos sostiene y nos entrega todo cuanto tenemos. El alimento viene de las raices, la fortaleza viene de las mismas raices. Pero las raices están bajo tierra, son ocultas, todo ser humano tiene un padre, una madre, dos abuelos, dos abuelas, bisabuelos, tatarabuelos… todo ser humano tiene raices. Raices poderosas que edifican su vida. Cuando una persona tiene unas raices fuertes, su vida crece y se desarrolla con seguridad y equilibrio. Cuando una persona tiene unas raices débiles, o estas se quebraron, la persona tiene que esforzarse mucho más para lograr lo mismo.
El árbol crece a través de un tronco, una madera firme, símbolo del corazón. La madera une cielo y tierra, une las raices de nuestros ancestros con el poder creador que el universo nos ha entregado. Igual el corazón que uno la mente de infinitas posibilidades e inteligencia, con la tierra, el cuerpo, la sangre y la carne.
La copa, las ramas, las hojas, las flores, pertenecen al cielo, al sol que los nutre. Son el aspecto divino, la elevación, los frutos de nuestros esfuerzos.
El árbol es un símbolo poderoso, no sólo en el taoísmo, en todos los caminos, en todos los lugares.
Los cuatro nobles caballeros
Los cuatro honorables caballeros son un aspecto fundamental en la pintura taoísta.
En la antigua China, se llama caballero a un hombre de gran virtud. Un noble caballero exaltaba todas las virtudes humanas. Los cuatro nobles caballeros
El bambú, el crisantemo, la flor del ciruelo y las orquídeas son denominados los cuatro nobles caballeros.
Son plantas, son árboles, que representan todos los movimientos y formas del universo. El artista, en estos caballeros, encontraba el honor, la lealtad, la confianza en su arte.
Estas plantas nos ayudan a concretar las virtudes que ennoblecen a las personas, pero también nos recuerdan que las virtudes no son intrínsecamente humanas, sino que son parte de la naturaleza, son virtudes que podemos encontrar en todos los aspectos de la naturaleza.
La búsqueda del virtuosismo
Todos compartimos la necesidad de purificarnos, de encontrar la esencia, de hayar la virtud más pura ¿pero qué significa eso? El artista taoísta desea mostrar las cualidades que más enaltecen la belleza del alma del mundo. Purificarnos tal vez sea tan sólo apartar los velos de la arrogancia, el despotismo, la sobervia, a fin de encontrar la pureza espiritual, y que salgan a la luz las cualidades que por naturaleza pertenecen a la esencia de todo.
Todas las máscaras, aunque aparentemente embellezcan, no hacen más que esconder las virtudes esenciales.
En el taoísmo, el camino es encontrar esa virtud, en uno mismo y en todo cuanto nos rodea. Pero no es una virtud como una cualidad desarrolada, sino una virtud natural: la paz, el equilibrio, la honradez, la coherencia…